HE VISTO UN BOBO


Paseaba su depresión en coche por la ciudad cuando, en uno de los cruces, el semáforo se cerró y tuvo que detenerse. En paralelo, a su izquierda, otro vehículo hizo lo mismo. En su interior, un niño le miraba fijamente.
Se resistió un instante, pero enseguida sacó ánimo de donde pudo, fingió una sonrisa con toda la naturalidad de la que fue capaz, le sacó la lengua y le hizo una trompeta con las dos manos.
Aquel sencillo gesto le produjo una inesperada satisfacción, y se dio cuenta de lo sencillas que son las cosas buenas de la vida y de lo poco que cuesta hacer felices, aunque sólo sea un instante, a los demás. Después rió sinceramente por primera vez en mucho tiempo.
En el coche de al lado, el chaval le dijo a su madre: “¡Mamá, mamá, he visto un bobo!”.

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